comedor emocional

¿Cuántas veces cuando nos sentimos frustrados o enfadados recurrimos al helado de chocolate para aliviar nuestra pena?

¿Quién no se ha dado, literalmente un atracón, después de discutir con su pareja?

¿Cuántas veces una preocupación nos ha “cerrado el estómago” y no hemos sido capaces de ingerir ningún alimento?

 

Está científicamente demostrado que el peso está ligado a las emociones, al igual que las enfermedades, el exceso o falta de peso tiene una raíz emocional. Nuestras emociones influyen continuamente en nuestros cambios metabólicos, ya sea para engordar como para adelgazar. Vivimos en una continua ruleta de emociones que en la mayoría de los casos son culpables de nuestro sobrepeso o falta del mismo.

Ansiedad y comida.

La dificultad para gestionar de manera correcta nuestras emociones, nos lleva a recurrir a la comida como medio de mitigar nuestra ansiedad y encontrar el placer que emocionalmente hemos perdido.

Cuando nos sentimos deprimidos, tristes o cansados la tableta de chocolate es nuestra mejor aliada, su consumo segrega dopamina y serotonina sustancias responsables del buen humor y nos hace sentirnos aliviados.

La serotonina y la satisfacción.

Lo mismo ocurre con los hidratos de carbono, su ingesta produce serotonina y nos proporciona satisfacción pero el efecto dura apenas 4 horas y transcurrido ese tiempo volvemos a la nevera a buscar más, consiguiendo como resultado final sobrepeso y obesidad. De esta manera ciertos alimentos cobran un valor simbólico siendo éste mucho más importante que el valor nutricional.

Algunos alimentos, como las pastas y sopas, los asociamos a las comidas de nuestra niñez y solemos comerlas con frecuencia para recordar esos momentos placenteros.

Un trastorno de alimentación muy común es la ingesta compulsiva de alimentos y en muchos casos, ciertas emociones provocan que una persona coma compulsivamente. Por ello, es importante analizar qué relación tienen ciertas emociones con determinados alimentos para evitar consumirlos de manera impulsiva.

La comida como sustituto de emociones.

Aprender a identificar las emociones conocer su origen y reconocer de dónde nace ese malestar nos ayudará a no recurrir a la comida como sustitutivo emocional. La solución está en sustituir el placer que genera la comida por actividades físicas como caminar, practicar yoga, escuchar música relajante. También ayuda compartir tus emociones y preocupaciones.

Y si eso no funciona. Recurrir a un profesional que nos ayude a gestionar nuestra relación con la comida es a solución.

Eso siempre funciona!

Artículos relacionados

Share on facebook
Share on pinterest
Share on twitter
Share on linkedin
Share on whatsapp